domingo, 8 de noviembre de 2020

en 4:37


CAPITULO 52

 

Miwo mentiría si dijera que no estaba nervioso. Estaba cansado bajo la sombra de un árbol, agitando una hoja ancha para echarse aire. No hacía calor, pero sentía que se iba a ahogar.

 

En serio, eso de ser Jefe era bastante estresante, menos mal que Shava le ayudaba bastante con la carga de la organización de Irca… Miwo se levantaba mejor ante conflictos bélicos… y, aunque se aburría bastante, agradecía que no hubiera tantas situaciones bélicas.

 

Lo gracioso es que ésta situación no era para una pelea y lo tenía sudando de nervios. Jamás había sentido eso al recibir a otro Jefe, ni el imbécil de Derol le provocó tanto.

 

–  Deja de estar preocupado – le dijo Shava, quien comenzó a masajearle los hombros–. He escuchado muy buenas cosas del Jefe Hidekkel.

 

– Su pareja me preocupa– admitió Miwo para sí, ver a un Morgal hecho y derecho podría despertarle emociones desagradables.

 

– Por lo que Yuki dijo, el hombre es bastante sereno–  Shava suspiró­–. Tampoco me imaginé estar en una situación así.

 

Miwo se rió: –  Y ahora estamos aquí, esperando recibir a un Jefe y a su pareja Morgal.

 

–  Es una completa locura –  admitió Shava–. Hiciste bien en recibirlo fuera de la aldea.

 

–  No quiero ofender al Jefe Ingraw, pero no creo que sea buena idea que un Morgal entre en Irca.

 

–  No te preocupes–  tranquilizó Shava– . Estoy seguro que él va a comprender.

 

Miwo acarició una de las manos de su pareja, sintiendo más confianza.

 

Después de unos momentos Miwo pudo ver al Jefe Ingraw acercarse.

 

Wow… era un tipo guapo. Miwo tomó la mano de Shava y se puso de pie.

 

El Jefe Ingraw era un tipo alto y de figura fina y musculosa. Su cabello negro ondeando al compás de su andar. También, resaltaba por las ropas que vestía, tan diferentes a las que Miwo estaba acostumbrado. Increíblemente, todo eso era nada, con el hombre que caminaba a su lado.

 

Yuki lo había dicho, ese hombre era un Morgal hecho y derecho. Era un hombre alto y fornido. También tenía el cabello negro, pero las ondas lucían… Miwo no sabía como describirlas. El hombre poseía un interesante tono de piel oscuro que Miwo sólo había visto en plena guerra contra los Morgal.

 

Miwo reaccionó al sentir un gentil toque de Shava y, atinó a avanzar hacia el Jefe Ingraw.

 

–  Bienvenido a Irca – dijo.

 

–  Agradezco sus amables palabras –  Hidekkel se acercó a Miwo y le tomó las manos en un gesto solemne–. A nombre de mi pueblo, deseo prosperidad al pueblo que guías.

 

–  Sus palabras nos regocijan– intervino Shava, viendo que Miwo no sabía como reaccionar. –  Ingraw reciba igual beneplácito. –  Miró a Larhz. – Sean ambos bienvenidos. – Hidekkel extendió la mano para tomar la de Larhz: – Él es mi compañero.

 

Larhz sonrió, esa sonrisa tuvo un toque trqvieso que alcanzó sus ojos increíblemente verdes. Se acercó con una habilidad asombrosa que los tomó desprevenidos, ya que tomó a Miwo por las mejillas para besarlo directamente en los labios.

 

Shava no alcanzó a indignarse, cuando sintió aquel beso en sus propios labios.

 

Acto seguido, Larhz elaboró una elegante reverencia que sorprendió mas a Shava, ya que se trataba de un gesto que sólo había visto en los reyes Morgals.

 

Un Morgal hecho y derecho.

 

– ¡Hey! –  reclamó Miwo.

 

Shava posó la mirada en Hidekkel, quien no se veía en absoluto afectado al ver a su pareja besar a dos extraños. Aparentemente Hidekkel tenía mayor conocimiento de las costumbres Morgal.

 

–  Es un placer conocer a ambos–  dijo Larhz y posó sus ojos verdes en los de Shava–. Especialmente a usted, señor Shava. Mi madre me habló mucho de usted. 

 

–  Oh–  Shava no pudo responder a eso.

 

Esa era una pareja muy llamativa.

 

–  Aplaudo que nos hayan recibido–   Hidekkel se quitó una suave tela de su vestuario y la colocó en el suelo, donde se sentó con ayuda de Larhz, quien se sentó también.

 

Shava les imitó, ya que no se sentía cómodo, viéndolo desde arriba. Miwo le imitó.

 

–  Mi visita se debe a un mensaje enviado por nuestro hijo, Kneck.

 

– ¿Kneck es hijo suyo? –  se sorprendió Shava

 

–  Somos sus padres–  aceptó Hidekkel y Larhz le tomó una mano.

 

– ¿Han venido a concretar un enlace? –  curioseó Miwo.

 

–  ¡Nirac ni siquiera corresponde! –  Shava regañó a su pareja.

 

–  ¿Hay posibilidad de que te salgas con la tuya y Nirac no lo haga, cariño? –  Jugueteó Miwo y señaló a los hombres frente a él–. A mí me parece que esto es serio.

 

Shava emitió un gruñido en desacuerdo, dispuesto a castigar a su pareja.

 

–  No es a lo que venimos–  la potente voz de Larhz paró la pelea–. La tradición en Ingraw no permite que un padre intervenga a favor de una relación o enlace para su vástago. Nuestro hijo debe lograrlo por sus propios medios.

 

–  No es lo que la tradición Morgal dicta– acusó Shava.

 

Un incómodo silencio se extendió ante esas palabras. Los ojos de Shava estaban clavados en los de Larhz, retándole a contradecirle.

 

Larhz suspiró y desvió la mirada.

 

– Los modos Morgal son distintos, si. Es un hecho que los reyes no habrían permitido dar poder de  no corresponder a un joven Pakhupra.

 

–  Me lo contaste– dijo Hidekkel.

 

–  Si. Perdieron totalmente la cabeza– Larhz frunció el ceño–. Para entonces, un Pakhupra había adquirido mayor valor que la familia real, pero Madre hizo un último intento por recuperar el interés del pueblo – bufó –. Mi hermana murió y tuvimos que huir con Yuki en brazos. Si preguntan mi opinión– Larhz levantó la mano de Hidekkel y la besó – los modos Ingraw son más elegantes y sutiles.

 

– ¿A qué se debe su visita? – decidió preguntar Miwo.

 

–En su mensaje, mi hijo nos explicó que alguien que atacó a un habitante de Irca, le buscaba específicamente a él. –explicó Hidekkel.

 

–Se refieren a Kanan, el actual Jefe de Derol.

 

–Le han dicho a Kneck que se trata de alguien idéntico a él. – Hidekkel se mojó los labios –. Si eso es verdad, podría tratarse de Tässen, hermano gemelo de Kneck.

 

–Para nosotros, es importante comprobar ese dato – dijo Larhz. –Ya que Tarah, la gestante de nuestros hijos, examinó a Tässen y decretó su muerte.

 

– Esto hace posible que mi hijo esté con vida – susurró Hidekkel–. Les pido que nos permitan confirmarlo.

 

–No ha habido reporte de alguna persona parecida a Kneck –dijo Miwo –. El ataque de Kanan lleva tiempo.

 

–  El mismo Kneck no lo ha visto – reflexionó Larhz–. No creo que sea algo simple, Hide– le dijo–. Los Ümin han sufrido una invasión y hubiera sido la oportunidad perfecta para que nuestro hijo nos buscara. No ha pasado.

 

–  Y está buscando a su hermano para atacarlo– recordó Shava. – Tarah te mintió, diciendo que estaba muerto– Larhz gruñó–. Piensa un poco lo que tuvo que pasar todos estos años para que Tässen decidiera que debía atacar a Kneck y no buscarte.

 

Hidekkel gimió.

 

–  Sólo significa más problemas– bufó Miwo.

 

***

 

Tässen no era tonto. Los Ümin lo trataron con desprecio, menospreciando su genética; lamentando una y otra vez que no hubiese heredado caracteres poderosos y extraños.

 

Escapar de ellos fue un logro.

 

Había sido impulsivo y hasta descuidado al atacar a ese desconocido en Irca. En ese momento le pareció totalmente justificado, ahora tenía que admitir que fue una equivocación.

 

Luego del evento que evidenció su presencia, Tässen se mantuvo oculto simplemente, dedicándose a observar.

 

Observar era muy importante ya que le había dado bastante información interesante. Para empezar, había tenido que comprender las enormes diferencias entre la cultura Ümin e Irca. Gracias a sus observaciones, podría caminar en la aldea con tranquilidad y conocer mejor a sus integrantes.

 

Le llamó mucho la atención la dinámica de los Pakhupras con sus prácticas de cacería. Había un derroche de habilidad que le gustó bastante.

 

Los Ümin no cazaban. Conseguían sus productos de primera necesidad utilizando sus robots especiales, por eso dedicaban su tiempo a mejorar la tecnología que tanto les gustaba y así, profundizar en todas sus investigaciones.

 

El problema de Tässen eran las investigaciones, fue la constante de su vida, desde su infancia todo acompañado con los fríos comentarios respecto a su falta de habilidades genéticas.

 

Cuando Tässen era niño, no entendía bien a lo que los científicos se referían. Ahora, ya no era un niño y, Tässen no estaba seguro de comprender. Afortunadamente ya no le importaba.

 

Los intereses actuales de Tässen, estaban concentrados en su hermano gemelo Kneck.

 

Sus padres habían elegido a Kneck. Tarah había ayudado a sus dos padres a tener descendencia pero, ella pidió a uno de los bebés. Sus padres se quedaron con Kneck.

 

Tässen había estado observando a Kneck desde que llegó a Irca. Siempre oculto ‘desde’ las sombras; atento a cada acción y ademán que Kneck revelaba, viendo a las personas con quien él interactuaba, así como su entrenamiento.

 

De hecho, Tässen estaba particularmente interesado en el entrenamiento. Ese momento en específico marcaba un cambio interesante en su gemelo; Tässen podía decir con seguridad que su hermano tenía más interés en compartir tiempo con su entrenador.

 

Refiriéndose al entrenamiento; su hermano poseía ciertas habilidades, pero aún no tenía buen dominio de la habilidad de su cabello. Eso le parecía extraño a Tässen.

 

Unas fibras capilares sin dominar, representaban una seria debilidad para un Ingrawn. A Tässen le apresuraron a establecer un pronto dominio de su cabello para no entorpecer los experimentos; además fue un alivio no sucumbir ante cualquier contacto en su cabello y lo próximo fue lograr hacer uso de ello a su favor.

 

Kneck estaba haciendo buenos avances, pero parecía más interesado en verse bien para su mentor.

 

Tässen había atacado a ese desconocido en Irca porque le urgía encontrar a Kneck; eso era lo único que estaba dispuesto a complacer sobre la curiosidad de los Ümin. Los científicos solían hacerse preguntas sobre su hermano gemelo: ¿Tendría las mismas habilidades? ¿Tenía la misma carencia genética? ¿Cómo podrían investigar? Bueno, Tässen había observado lo suficiente para responder alguna que otra cosa; para empezar, Kneck y él no poseían las mismas habilidades en combate; Kneck parecía haber privilegiado su lado cazador; era un Ingrawn… Él, en cambio, era más Ümin, por así decirlo, ya que ningún Ümin veía bien sus habilidades en combate.

 

Si los Ümin lo vieran sobrevivir en Irca todos esos días, lo felicitarían. El propio Tässen encontró muy útil que su hermano fuera idéntico a él, y pudo obtener suministros. Lo único de lo que podía quejarse era de la estadía fuera de Irca, aunque pudo instalarse en una cabaña solitaria, siempre al pendiente de no ser descubierto.

 

Era ahora que Tässen se sentía listo para ejecutar el siguiente paso: acercarse al Pakhupra que entrenaba a su hermano. Ya había practicado los toscos y cuestionables modales que tenía Kneck y podía estar seguro de no ser descubierto. Incluso había acortado su cabello para no ser descubierto y ahora observaba al joven, que caminaba hacia el río, acompañado de un familiar suyo.

 

Era tiempo.

 

Tässen hizo un último chequeo de los detalles y avanzó cuando estuvo seguro que tenía todo cubierto. Avanzó hacia los dos hombres, quienes voltearon a verlo y le saludaron al instante.

 

Fue raro, la verdad. A Tässen nadie lo había recibido de esa manera, pese a su turbación, llegó hasta los dos hombres, quienes preparaban las herramientas para pescar.

 

– Pensé que estarías ocupado– recibió Nirac, revisando la red–, la aldea es una locura y todos parecen ocupados.

 

–Sientes eso porque sigues soltero– se burló Dac, el único que había accedido a acompañarle.

 

–  Tener pareja no implica dejar de comer– gruñó Nirac –. Nuestros padres son excelentes cazadores.

 

Dac se encogió de hombros y le dio a Tässen la carnada, el hombre entendió y se acercó a lo profundo del río para comenzar a lanzarla.

 

–  Mejor no quieras saber cómo eran mis abuelos recién enlazados– se burló Dac.

 

Nirac hizo un gesto osco y caminó en dirección de, quien pensaba que era Kneck, que lanzaba la carnada.

 

–  Con eso basta, Kneck– le tocó para apartarlo un poco y lanzar la red. Estuvo esperando y observando, hasta que se percató de que Kneck le miraba intensamente – ¿Qué? – decidió preguntar.

 

– Tú aroma…

 

 – ¿De nuevo eso? – se quejó Nirac.

 

– Escuché que a mi tío Gyan le pasó algo similar– dijo Dac –, a lo mejor es tu caso.

 

–  Yo no huelo nada, cómo pasó a mi hermano mayor– dijo Nirac y volteó hacia su sobrino – ¿Cómo manejas tres? Ya me parece difícil imaginar a Gyan con dos.

 

–  Lo dices como si yo hiciera todo el trabajo– bufó Dac y una sonrisa apareció en su rostro–. Si tienes tanta curiosidad, busca más participantes en tu siguiente celo.

 

–  No– se opuso Tässen, llamando la atención de ambos.

 

–  Cierto– acordó Dac–, si Kneck está tratando de enamorarte, será difícil verte elegir otro compañero sexual.

 

Tässen tuvo que apretar los labios al entender lo que estaba pasando.

 

–  Que molesto– se quejó Nirac, mirando los movimientos de la red–. Que me caiga bien y tenga curiosidad por sus conexiones capilares, no significa que me vaya a enamorar.

 

–  Es verdad– convino Tässen y miró a Dac–, que lo estén atosigando continuamente con mi interés amoroso, juega con mis intenciones, aunque no sea yo quien le provoque esa sensación de molestia.

 

– Vaya – Nirac lo miró complacido –, eso que dices explica precisamente lo que está ocurriendo

 

– Fui un tonto al no darme cuenta antes – Tässen se encogió de hombros.

 

– ¡Así es! – Nirac miró a su sobrino con ánimo – Mi familia parece estar ayudando a Kneck, pero es lo contrario.

 

–Me encargaré de hacérselos saber – Dac sonrió.

 

El ambiente se tornó más agradable y los tres se encargaron de los peces atrapados.

 

A Tässen le pareció curioso notar lo fácil que las cosas podían cambiar; se había acercado a ese Pakhupra con la firme intención de utilizarlo y lastimar a su gemelo. Bastaron unos minutos y un aroma, para hacerle entender que eso ya no sería recomendable. Aunque nada lo obligaba a establecerse con el dueño de ese aroma, la realidad es que sí quería. Además que las palabras de los Pakhupra habían revelado importante información: ese aroma también había sido percibido por Kneck.

 

 

***

 

Lian no quería apresurar nada, pero siempre había tenido la firme idea de que bastaba un sutil movimiento para comenzar cualquier cosa; buena o mala; lo comprobó con la primer insinuación que le consiguió al primer amante.

 

Claro que también tuvo que poner más atención en los pequeños detalles que otros ignoraban, analizarlos y sacar ventaja de ellos. Fue eso lo que lo puso un paso delante de Padre por tantos años.

 

Lian se sabía inteligente, aunque prefería no presumir de ello; había visto los problemas de sus primos cuando presumían demasiado… mejor permanecer con un perfil bajo.

 

Precisamente gracias a eso se dio cuenta que estaba presionando a Noah. No lo hizo a propósito claro, pero estaba ocurriendo. Y por mucha paciencia que su pareja pareciera tener, era mejor no provocar nada feo y dejarle relajar un poco.

 

Por eso estaba ahí, con Yuen.

 

Yuen, sin embargo, lucía diferente.

 

Más…

 

– ¿Se puede saber que demonios haces? – se quejó Lian, y se apartó de una de las chicas que había tratado de analizar.

 

– ¿De qué hablas? – Preguntó Yuen –. No estoy haciendo nada. Lian bufó y se inclinó para mirar más de cerca la pupila de la chica. De reojo, vio que Yuen volvía a moverse, como si deseara observar el mismo sitio.

 

– ¡Lo has hecho de nuevo! – Lian se incorporó y enfrentó a Yuen – ¡Puedes observarla tú mismo! Si quieres.

 

– ¡¿Qué?! ¡No! – Yuen gruñó – ¡Yo no voy a descubrir nada!

 

– Te acercas a Xara, cada que tu primo trata de examinarla – informó Aer. A comparación de Yuen, él se había quedado en una esquina, de la que no se había movido desde que se inició la exploración –. Estás nervioso.

 

– No hago eso –  se quejó Yuen.

 

– ¡Lo haces! – Lian gruñó y le apuntó –. No voy a hacer nada con los nervios alterados.

 

– ¡Ya venías con los nervios alterados! – Ironizó Yuen – ¡A ver si vas por tu Noah y follas!

 

– Lenguaje – regañó Aer, mientras Xara soltaba una risita.

 

– ¡Me largo! – Lian caminó hacia la salida, pero Yuen le atrapó una mano – ¡Suéltame!

 

– ¡Prometiste ayudarme! – se quejó Yuen. – Yo no tengo la culpa de que estés estresado.

 

Lian suspiró. Sabía que no era culpa de Yuen.

 

– Él es… – dudó Lian – tímido.

 

– Ya – bufó Yuen ­–. Y tú un soberano buscón; te dijimos que era mala idea, cuando buscaste al primero, sin haber iniciado tu celo.

 

Lian gruñó a su primo.

 

– Sin ánimo de entrometerme – dijo Aer, tocando un hombro a Xara – creo que podríamos tener la solución.

 

– No vas a follar con Lian – protestó Yuen, mirándolo ansioso.

 

– ¡Eres un imbécil! – le pegó Lian a su primo.

 

– Claro que no – bufó Aer con un giro de ojos – Qué primitivo eres. Me refiero a que las chicas saben cómo ayudar a relajar a Lian. – Levantó un dedo hacia Yuen – ¡Sin sexo!

 

– ¿Eso es posible? – preguntaron ambos Pakhupras con sorpresa, provocando otro bufido en Aer, quien salió de la habitación.

 

– ¿De que está hablando? – preguntó Yuen a la joven.

 

– Ser los tres últimos machos de nuestra raza era muy estresante – dijo Xara con gentileza –. Nosotras aprendimos a ayudarles masajeando sus tensos músculos.

 

Lian suspiró con un poco de culpabilidad, podría funcionar. Por un momento pensó que debería esforzarse por relajarse y ayudar a Yuen, como le prometió. Sólo que ya había tratado de hacerlo sin éxito.

 

– Esto es ridículo – se quejó Yuen, mirando a su primo – ¿Cómo es que no has podido seducir a Noah? ¡Eres capaz de follar con una roca si te lo propones!

 

– Es que Noah no es una roca – ironizó Lian.

 

– No te estás esforzando.

 

Lian soltó una risa y se acercó a Yuen.

 

– No soy el único que está sufriendo de estrés por falta de sexo – le aseguró, justo antes de que Aer volviera con el resto de las chicas, quienes parecían animadas por comenzar a trabajar.

 

– Torso desnudo – ordenó Aer, aunque no era necesario, las chicas lo estaban desnudando, ante la atónita mirada de Yuen.

 

Lian acabó tumbado en una piel, rodeado de las chicas, quienes habían comenzado a masajear.

 

La verdad es que Yuen lo veía más tenso.

 

– Sólo espera – dijo Aer con seguridad.

 

Yuen no parecía convencido, pero guardó silencio. Quería acabar con todo eso, así que aceptaría ver que un montón de mujeres frotaban a un tieso Lian.

 

– Exagerado – se burló viéndolo tan tenso, aunque seguía sin entender todo eso y terminó saliendo del lugar.

 

Aer se unió a él, unos minutos después.

 

– Tu primo se ha dormido – le informó.

 

– No va a ser útil dormido.

 

– Será útil cuando despierte.

 

Yuen bufó, apartando la mirada de Aer, de pronto le pareció de muy mal gusto que Noah tuviese a Lian en ese estado.

 

– ¿Es una característica propia de tu raza? – le escuchó preguntar a Aer.

 

– ¿Qué cosa?

 

– La tensión por falta de sexo.

 

Yuen recordó a su gemelo y suspiró.

 

– Sólo cuando hemos elegido una pareja y no es posible copular con ella – explicó – Sé que no pasa con todos – recordó a Crein –; al parecer es una característica modificada debido al abuelo Preston.

 

Bonito lío en el que estaban, a causa de los genes, pensó Yuen con ironía. ¿Iba a pasar lo mismo con Aer?

 

 

¡Espera!... ¿Aer?

 

Yuen sintió que dejaba de respirar y se obligó a resoplar con más fuerza.

 

Lo había besado, cierto, pero…

 

¡¿En serio?!

 

– No suena para nada divertido – dijo Aer con serenidad

 

– Llega a ser bastante doloroso – dijo Yuen, con un poco de fastidio y decidió saber cómo estaría la situación. – Tus mujeres están a punto de ser curadas, ¿qué harás después que eso ocurra?

 

Aer pareció sorprendido con la pregunta, aún así tenía muy claro lo que debía pasar y se lo informó a Yuen.

 

– Cumpliré mi promesa, por supuesto – le aseguró –. Di mi palabra. Has terminado tu servicio conmigo.

 

–No has obtenido mi fertilidad – insistió Yuen y Aer se rió.

 

– Con todo lo que nos has explicado, dudo que obtenga un descendiente con tus genes…  a menos que te embarace personalmente.

 

Cierto.

 

– ¿Se irán? – insistió Yuen y Aer se encogió de hombros.

– Ignoro eso – admitió –. No es como si alguien nos espere, de todos modos.

 

– Quédate – pidió Yuen.

 

Aer se mantuvo en silencio. Era evidente que no había pensado en lo que continuaba luego de restaurar la salud de las hembras.

 

– Irca se ha vuelto un pueblo que protege muchas razas – observó Aer.

 

– Todos nos llevamos muy bien – sonrió Yuen –. Hemos aprendido a trabajar unidos.

 

– No sé si las chicas quieran.

 

– Dijiste que eran libres – le recordó Yuen –, sin embargo ocuparán tiempo para saber lo que desean.

 

– Es verdad, siempre vivimos tras un mismo objetivo y de repente se ha ido. – reflexionó Aer.

 

– Quédate – insistió Yuen, esta vez llamando la atención de Aer –. Esta vez no exigirás un compromiso por haberme vencido y tratarás de desentrañar mi secreto de fertilidad.

 

– ¿Cómo tu amigo? – quiso saber Aer. – ¿Qué estás pidiendo exactamente, Pakhupra?

 

– Pido la oportunidad de conocerte mejor, y que me conozcas; convivir, charlar, divertirnos… enfadarnos.

 

– No tienes necesidad de eso – Aer frunció el ceño –, ya tienes muchos amigos.

 

– ¡Quiero cortejarte! – Yuen fue directo.

 

Aer se quedó mudo. No parecía preparado para escuchar eso.

 

– ¿Por qué?

 

– No me preguntes eso – se quejó Yuen –, aún no lo sé, pero realmente quiero hacerlo.

 

– ¿Qué pasa si no te gusto? – Aer parecía estar a punto de tener un ataque de pánico – .Sé que eso no es posible, ya que soy un excelente ejemplar,  pero han estado pasando cosas que no me esperaba, además ¡Me agrada pensar que somos algo así como amigos! – Chilló – ¡Yo no quiero perderte como amigo! ¡Si resulta que no te gusto, dejarás de charlar conmigo! ¡Me gusta charlar contig!

 

Yuen lo besó.

 

Fue la única manera que se le ocurrió para parar su charla nerviosa. Poco a poco lo sintió relajarse y profundizó el beso cuando sintió sus manos deslizarse por sus hombros de manera tímida.

 

Fue un carraspeo lo que obligó a Yuen a romper el beso y, ambos miraron la pícara sonrisa de Xara.

 

– Lian se ha dormido – informó ella, viendo que Aer se apartaba, luciendo enrojecido –. Aer se quedará – decidió por su guardián y le guiñó un ojo, volviendo al interior de la cabaña.

 

– Ya me gustas – informó Yuen con una sonrisa –. Quiero gustarte más.  Con suerte caerás en mis encantos para mi próximo celo.

 

– ¿¡Disculpa!? – Aer lo miró ofendido

 

– Soy absolutamente serio con mis intenciones, Aer. Sin embargo, haría bien que no olvides que hay un celo involucrado.

Aer lo miró unos momentos antes de suspirar.

 

– ¿Así que me pides que me quede con la intención de cortejarme, y en un tiempo corto, tener sexo conmigo?

 

– Y en un tiempo largo – agregó Yuen – ser una pareja formal.

 

– Lo dices como si fuera un hecho – se extrañó Aer – ¿No decías que yo era desagradable y creído?

 

– Aun eres creído – rió Yuen –. Y vas a conocer cosas mías que no son agradables tampoco, pero vamos a estar de acuerdo en que gana lo positivo.

 

– En verdad pareces seguro

 

– Es cosa de familia. Ya lo verás, cuando conozcas más.

 

– Bien

 

– ¿Bien?

 

– Me voy a quedar.

 

Yuen sonrió y decidió no decir nada.

 

¿Aer estaba conciente que acababa de admitir que gustaba de él?

 

Mejor no decirle y picar su tonto orgullo.

 

 

***

 

 

Kanan jamás había estado en la sala de reuniones.

 

Sí, fue amigo de Othok y estuvo a punto de enlazarse con Azarha, pero jamás entró a ese lugar. Ahora que estaba en ese lugar, reunido con los pocos jefes de familia que no parecían lo suficientemente ofendidos por su victoria, varios jóvenes y sus antiguos amigos, encontraba el lugar innecesariamente lúgubre y frío.

 

Teno, padre de Kanan, también estaba ahí. No había dicho nada y escuchaba atentamente.

 

No habían hablado mucho tampoco, parecía estarse desarrollando una  tensa competencia de miradas donde todos esperaban entender lo que estaba ocurriendo, antes de atreverse a opinar. Lo cierto es que todos lucían incómodos y se notaba que no se sentían con la confianza de opinar.

 

– No hay mucho qué decir, de todos modos – la voz de Jadeth se escuchó ante el repentino silencio, en el cual los Jefes de familia preguntaron sobre los cambios que se venían ante la llegada de un Jefe con tales gustos en Derol –. Ya se gestaba el cambio entre los más jóvenes.

 

– No más temor y vergüenza – la mirada de Kanan se posó en su padre –. Todos somos hijos de Derol y deseamos el bien.

 

– Somos hijos de alguien – apoyó Gara, quien tomó la mano de su pareja –, el hermano de alguien…

 

– Somos el amigo de alguien – apoyó un alto hombre con una mirada llena de esperanza.

 

– No más odio – pidió Jadeth y señaló a Kanan –. Si el nuevo Jefe de Derol trabaja para lograr eso, tiene mi apoyo. ¿Qué quedará en mi corazón, si me obligan a odiar a mí amado hijo, si en un futuro ama a alguien de su mismo sexo?

 

– No queda nada – dijo Teno, devolviendo la mirada a su hijo –. Derol deja de ser un lugar hermoso, cuando algo te arranca todo lo que te queda.

 

Los Jefes murmuraron entre sí.

 

– Apoyamos tenerte de Jefe en Derol – dijo uno de ellos, el más anciano –, no veo que el cambio vaya a ser sencillo o rápido – se puso de pie y soltó una agradable risita –, pero si te apoyan, joven Kanan; mi propio hijo está aquí. Así que vamos a echar a andar este nombramiento. – caminó hacia la salida.

 

Esas palabras parecieron relajar al resto de los presentes, que comenzaron a levantarse también.

 

– Volveremos para organizar la colecta – dijo uno.

 

– Hay que mover a los cazadores – recordó otro.

 

Los más jóvenes se animaron y salieron, hablando de salir a pescar para la celebración.

 

Teno se acercó a su hijo, tiró de su mano y lo abrazó. Fue un gesto que tomó por sorpresa a Kanan, aunque devolvió el abrazo a su padre.

 

– Bienvenido a casa, hijo – murmuró el hombre, antes de palmear un ancho hombro y salir.

 

Kanan no pudo contestar. La emoción se le atascó en la garganta.

 

– Seremos tus guardianes – dijeron dos amigos de Kanan –. Las cosas han salido bien, pero sería bueno no abusar de la buena suerte que parece rodearte, Kanan

 

– Es buena idea – aceptó Valder y miró de reojo a su nieto, que permanecía atento a la charla, con la cola paseando de un lado a otro –. Nosotros podremos volver a Irca.

 

– ¿Se van? – Kanan miró a Valder con sorpresa.

 

– Ya no nos necesitas, la gente te respalda – Gara señaló a los jóvenes que permanecían en el interior.

 

– Pero pensé… – dudó Kanan y su mirada se posó en el atento Ghut blanco.

 

– El asunto con mi nieto no se ha resuelto – regañó Valder –; no pretendas que se solucione, sin que des a conocer tus intenciones.

 

– Pensé que ya lo había hecho – murmuró Kanan.

 

– Es un niño aún – Gara suspiró –. Vas a tener que visitar Irca más a menudo.

 

– Acepto la condición – decidió Kanan.

 

– Empieza a portarse como un jefe – ronroneó Valder con maldad, viendo las orejitas caídas de Xion.

 

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